lunes, octubre 15, 2007

Antesala de la caída PDF Imprimir E-Mail
lunes, 15 de octubre de 2007
Por Ricardo Andrade Jardí

No deja de ser un acto de provocación, después de los “escándalos” del ex gerente de la Coca-Cola, Vicente Fox, y su segunda esposa, en relación con el ranchito, que ahora resulta que no es suyo, y con los vehículos que usa, que tampoco son suyos, pero que presumiblemente son resultado del chantaje y el desvío de fondos públicos, el hecho de que un alcalde panista se aferrara al capricho de hacer y develar una estatua de Fox en Boca del Río, Veracruz.

Algo que caracteriza a los panistas es justamente su insensibilidad social y política, acostumbrados a su empresarial formación, en un país donde la impunidad es la regla, se sienten con “el derecho” de hacer lo que les viene en gana y no lo que les es ordenado por el mandato popular; los políticos panistas son incapaces de distinguir entre la administración privada y la administración pública, y operan bajo subjetividades de opresión que les hacen suponer que por el hecho de violar la ley como empresarios y gozar de impunidad, como políticos también lo pueden hacer y gozar de la misma impunidad, lo que, normalmente o mejor dicho anormalmente, así es, ya se sabe que aquí lo normal es lo anormal, pero toda trasgresión tiene consecuencias.
La caída (o derribo) de Fox, (o mejor dicho de su estatua) en Boca de Río, recuerda las celebres imágenes que recorrieron el siglo XX con las caídas de los regímenes totalitarios. Así cayeron las efigies de Hitler y Mussolini, así las de Stalin, Batista, Somoza y tantos otros cretinos que han pretendido inmortalizar sus fechorías como recordatorio de nuestras debilidades ciudadanas.
Ahí estaba Fox “inmortalizado” en bronce —¿con qué dinero se pagó semejante capricho?— derribado y arrastrado por la ira de muchos, recordándonos que aquel que se vendió: como la diferencia, resulto más y peor de lo mismo y, en sus muchos excesos, sobrepasó la línea de lo tolerable —-que, al parecer, en México es enorme—-, recordándonos al que, burlándose del sudor ajeno, quiso darse a conocer como el nuevo idiota. Amén de como nuevo rico que pretende exhibir que es. Pero ahí está — por ahora sólo en la imitación de bronce— en el suelo, que es el lujar que él mismo quiso ocupar en la historia. Es posible que la impunidad prianista intente seguir protegiéndolo. Pero las imágenes son profundamente reveladoras en los imaginarios. La imagen del Fox de bronce, de aproximadamente 3 metros de altura, cayendo, azotando, fracturándose, arrastrada por una muchedumbre al grito de: “¡Por rata!”, inyectará, en esos imaginarios, la minúscula semilla de que “las cosas que son, no necesariamente deben ser así, sino como debieron y deben ser”.
Esa imagen que ya recorre el país, y el mundo, es la antesala de la caída no sólo de lo que Fox representa, sino de un sistema político (PRIAN) que, escudado bajo el manto de la trasnacional “Democracia Corporation, S.A.”, no es otra cosa más que una maquinaria burocratizada para la corrupción y la impunidad, con una notoria predilección por el autoritarismo que ha dejado un altísimo costo de sangre y dolor humano, y que está próxima a reventar con terribles consecuencias incalculables para el inmediato futuro de nuestra agraviada patria.
Es la hora última para refundar nuestra república bajo imaginarios éticos y morales que destierren la corrupción y la impunidad con toda su violencia para siempre, antes de que el terror y el fanatismo se apoderen definitivamente de nuestra cotidiana realidad.

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