jueves, agosto 22, 2013

Tensiones
Octavio Rodríguez Araujo
A
ntes era muy sencillo: el presidente de la República controlaba el Congreso, y a partir de Lázaro Cárdenas controlaba también a las principales organizaciones obreras y campesinas, además del llamado sector popular. Los gobernadores eran leales a la Presidencia, y si no, se les mandaba a su casa, como les ocurrió a los indisciplinados (desleales) al principio del cardenismo en los años 30, y en el salinismo medio siglo después.
Durante los gobiernos del PAN el presidente no pudo controlar el Congreso, mucho menos a los gobernadores, y como las organizaciones obreras y campesinas se han deteriorado por sí mismas (gracias a sus corruptos líderes), tampoco a éstas, pues ni valía la pena intentarlo.
Luego llegó el nuevo PRI, que no es tan nuevo, y desde antes de ganar la Presidencia ya estaba ganando gobernadores y congresos locales. Inventó lo del Pacto por México y con éste ha tratado de controlar a los principales partidos de oposición que, como las organizaciones obreras y campesinas, también están deteriorados.
No hay mucha diferencia entre el priísmo de antes y el de ahora, ni entre el papel del jefe del Ejecutivo de antes y el de ahora. Ciertamente el PRI no tiene las aplanadoras del pasado en el Congreso de la Unión, pero sí la suficiente mayoría, por alianzas, para incluso reformar la Constitución. Los sindicatos de trabajadores, los que quedan de los estragos neoliberales que ya cumplen 30 años o un poco más, tienen poca presencia en la política del país y, además, no logran articularse siquiera para exigir mejores condiciones para sus representados. Se reúnen, pero no se organizan para presentar frentes de lucha atendibles por los poderes de la Unión. Quitaron a la nefasta pero efectiva lideresa del magisterio y, con esa sola decisión le restaron beligerancia al SNTE, pero la oposición saltó por otro lado, la CNTE que por aquí y por allá sigue presionando para preservar las conquistas de sus representados, sean éstas positivas o no. El sustituto de Elba Esther nada de muertito como muchos políticos que no saben qué hacer con el pequeño o grande poder que adquirieron en las urnas o en los arreglos cupulares.
La oposición está tan dividida y con suficientes asperezas entre quienes la componen que por momentos parece que no existiera, pese a que hay brotes todos los días: maestros, ex trabajadores de empresas estatales o paraestatales disueltas o vendidas, víctimas de represión o del crimen organizado, defensores de derechos humanos o de la ecología siempre agredida por el capital y por los gobiernos que le sirven, etcétera. Sin embargo, la falta de un líder o de un partido que articule, organice y dirija hace que dicha oposición (política y social, para quienes gustan de separar ambos conceptos) sea ineficaz o, si se prefiere, insuficiente.
Los criminales, organizados o dispersos, lograron ganar terreno (aunque se lo disputen) gracias a las medidas que tomó Calderón contra ellos; y el nuevo-viejo gobierno priísta no ha sabido enfrentarlos. Hace lo mismo que los panistas aunque quiere, según dice, hacer algo nuevo y diferente. El problema es que no logra resultados de ninguna especie. En mi percepción estamos peor que antes y añoramos los tiempos en que los gobernantes y los criminales se entendían y nosotros podíamos dormir más o menos tranquilos dejándoles a ellos las condiciones que nos daban paz y seguridad tanto en la calle como en nuestros hogares. Ahora ni éstos son seguros.
Todas estas tensiones producen más tensiones (como si ese fuera el plan) y, mientras las padecemos y sufrimos, los gobernantes hacen lo que quieren para cumplir sus compromisos con los llamados poderes fácticos que, como en todos lados, siempre quieren más: igual se trate de comunicaciones que de energéticos o de educación. Cómo estaremos de desorganizados y débiles que las empresas estatales de energía nos suben los precios y tenemos que seguir pagándolos si queremos circular o prender la luz. Para colmo, quienes tienen un negocio y quieren subsistir deben pagar a quién sabe quién derecho de piso, so pena de verse en la quiebra antes de que puedan protestar. ¿Protestar en dónde? Los gobiernos ni siquiera sirven para resolver este asunto que, con un mínimo de investigación, sería fácil hacerlo. No les importa, porque agarrar pandillitas de facinerosos no da la nota, y ésta también tiene mordaza porque para algunos periódicos (los más) sí hay dinero con tal de que no saquen a relucir la basura criminal de todos los días.
Nunca en mi ya larga vida había vivido tantas prohibiciones y a la vez tanta inseguridad; y por ésta no me refiero sólo a la relacionada con el crimen sino a la que millones de personas padecen en el empleo (si lo tienen en empresas o en el gobierno), o en su puesto de chucherías si viven de la economía informal (que en el país no es poca cosa).
La tensión no sólo se siente en la vida diaria, sino también en el ámbito de las expectativas: los jóvenes buscan estudiar y ganar un dinerito para ayudarse, pero no hay suficientes lugares en las escuelas ni empleos complementarios. Peor aún, no saben de qué y en dónde van a trabajar si logran terminar un ciclo de estudios, igual sea bachillerato que licenciatura o doctorado. En todos lados los hostigan, igual sea por manejar un taxi o repartir mercancías en una moto o bicicleta (que tienen que comprar), que por la ropa que visten o por el lugar en que quieren divertirse. Pareciera que la sociedad estuviera dividida en dos partes no necesariamente iguales: unos viven fastidiando a los demás y éstos defendiéndose como pueden. Una gran tensión, y luego los encargados de la salud se sorprenden de que aumenten las enfermedades que muchas veces son producto o facilitadas por el estrés.
Estas tensiones, que son de muchos pero individuales, son aprovechadas por los gobernantes para hacer de las suyas con un pueblo que vive a la defensiva incluso cuando protesta. Y digo esto porque incluso la protesta se ve contaminada por agentes del gobierno o de los caciques, según el lugar, que se infiltran para provocar algún tipo de represión ya que ésta, en estos tiempos de derechos humanos, también necesita justificaciones aunque tampoco sean legales.
Divididos estamos y, para colmo, en tensión; en tanto que los del gobierno se aprovechan y nos imponen reformas negociadas con sus supuestos opositores. ¿Cuánto tiempo aguantará la liga?

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