domingo, marzo 18, 2012

Avances de López Obrador
Néstor de Buen
N
o hay duda de que Andrés Manuel López Obrador sabe lo que hace. Independientemente de sus discursos, que cada vez son más convincentes, es particularmente importante la formación de su equipo. Recientemente se incorporó Manuel Bartlett y unos días antes lo hizo Juan Ramón de la Fuente, ambos con enorme prestigio personal y experiencia gubernamental amplia; así como Javier Jiménez Espriú. Y por ahí anda, como expectativa laboral, José Agustín Ortiz Pinchetti, un hombre de enorme prestigio periodístico y muy sensible ante los problemas sociales. Su destino evidente será la Secretaría del Trabajo, donde podrá desempeñar exitosamente sus funciones.
La Presidencia de la República no se agota en el personaje principal. El equipo a su entorno suele ser tan importante como el titular y en este momento estoy seguro de que los que lo formen, si son de la misma categoría de los ya conocidos, las posibilidades de AMLO crecerán aún más.
El gobierno actual, sin la menor duda, ha fracasado en temas importantes. Desde luego el laboral, con la falta de aprobación de los proyectos de reformas a la Ley Federal del Trabajo (LFT), obviamente de corte patronal, que lo único que lograrían sería hacer más intenso el desempleo que padecemos, y que no sería remediado sobre la base de la pérdida de la estabilidad en el empleo fundada en contratos temporales y en periodos de prueba, en lo que dominaría la sagrada voluntad del patrón. Algo como lo que está ocurriendo en España con el decreto ley, que no fue aprobado por el Parlamento sino por el jefe de gobierno Mariano Rajoy y por el rey, donde la temporalidad de las relaciones de trabajo se convierte en nota constante. Es significativo que no haya sido el Parlamento el autor del decreto.
Es evidente que México requiere una reforma a la LFT. La vigente no ha podido superar nuestro corporativismo esencial, que otorga a sindicatos de notable vinculación con el gobierno, la facultad de mantener instituciones que son una verdadera vergüenza, de manera particular la comisión encargada de establecer los salarios mínimos, como lo demuestra su reciente decisión de colocarlos por abajo de los índices de la inflación. Si se analiza la integración actual de la comisión se podrá confirmar la presencia de los representantes de las centrales corporativas, siempre sujetas a las decisiones del Banco de México y de la Secretaría de Hacienda, que sólo piensan en la inflación, pero no en la miseria evidente que vive nuestro pueblo.
Esa reforma que hay que hacer habría de sustituir a las juntas de conciliación y arbitraje por jueces de lo social, dependientes del Poder Judicial y no de los ejecutivos que gobiernan sobre ellas por conducto de los representantes del Estado, del capital y del trabajo. Hay pruebas de sobra.
No lo digo yo solamente. El que tenga alguna curiosidad podrá examinar las actas del Congreso constituyente de 1916-1917, y en especial la discusión entre el diputado yucateco Héctor Victoria, que hacía un elogio absoluto de las comisiones de trabajo establecidas en la ley laboral de Salvador Alvarado, con José Natividad Macías, de la absoluta confianza de Venustiano Carranza, quien se opuso a la formación de las juntas de conciliación y arbitraje. No puede olvidarse su famosa frase: “…porque debo decir a ustedes que si esas juntas se establecieran con la buena intención que tienen sus autores y no se llegare a comprender perfectamente el punto, serían unos verdaderos tribunales, más corrompidos y más dañosos para los trabajadores que los tribunales que ha habido en México, sería la verdadera muerte del trabajador, y lejos de redimir a esta clase tan importante, vendrían a ser un obstáculo para su prosperidad.” (28 de diciembre de 1916.)
¿Tenía razón Macías? No hay quien lo dude.




Joaquín Coldwell tiene la lengua bien fría


HÉCTOR PALACIO
dom 18 mar 2012
Pedro Joaquín Coldwell, político-burócrata priista consumado, anda muy contento, sonriendo discretamente, caminando sin prisas y sin aspavientos porque esa es la imagen que quiere dar, reporta la voz femenina en la entrevista del presidente del PRI con El Universal.
Y efectivamente se le ve, más que sereno, bien frío, como denota su apellido, el prospectivo presagio familiar a la presente conducta. Es naturalísimo que con el propio antecedente y el historial nada halagador de su partido, lo más conveniente sea no hacer aspavientos, contener los sedimentos hasta el fondo, como se sostienen en las lindas playas de Quintana Roo. Porque con poco que se le mueva, el agua cristalina y la clara arena podrían convertirse en el lodazal de cualquier zona pantanosa.
Coldwell, sustituto de Humberto Moreira –un “gran” proyecto del nuevo PRI venido abajo por el fenómeno sociológico de la corrupción, que en dicho partido no ha sido sino empirismo cotidiano-, es entrevistado tras registrar a Peña Nieto como candidato ante el IFE. Y es cuestionado sobre los aspirantes a la presidencia.
AMLO. Del candidato de la izquierda señala que hace una campaña absolutamente descafeinada. “Lo veo dando tumbos. Pasó de un radicalismo delirante a proclamar una república amorosa que ha movido a los ciudadanos al escepticismo y en algunos casos a la hilaridad”. No adjetiva la parte amorosa. Sí lo hace con la primera, la del radicalismo “delirante”, pero sin ninguna explicación. Evidentemente, para cualquier burócrata habituado a las mesas donde se distribuyen los porcentajes del presupuesto público, cualquier acto de protesta social aunque sea justificada –como la defensa de la soberanía del petróleo y los derechos políticos ciudadanos- no es más que radicalismo. Aquí juzga no un priista quien por estatuto debiera ser “revolucionario”, sino un ente ultraconservador del PRI, un prototípico usufructuario vitalicio del erario nacional. No le agrada el candidato de la izquierda ni como radical ni como conciliador; entonces, ¿cómo interpretar críticamente el adjetivo “descafeinado”?
PEÑA NIETO. De su propio candidato dice que por primera vez en doce años su partido ha logrado construir a un individuo “altamente posesionado en el ánimo social, con un aire fresco y renovador, con una gran disposición para realizar los cambios que el país necesita”. No explica cuánto de esa “construcción” se debe a un interesado acto de compra-venta de imagen con Televisa. Porque de otra manera no se comprende ese “posicionamiento”, pues ha sido evidente que no hay fondo en el personaje. Mucho menos señala si en esos aires renovadores asoma alguna máscara disimuladora de la verdadera representación, la de políticos tan jóvenes y frescos como el propio Coldwell o su antecesor Moreira o cualquier tipo de líder estilo La Gordillo, especie abundante en el PRI. Al elogiar la imagen, no juzga ni califica sobre la calidad ni la preparación del candidato ensalzado. Precario análisis. Sobre todo, considerando el material de sobra para ello. Y no se habla aquí de libros ni de las capacidades intelectuales mínimas que debe mostrar un candidato presidencial. En fin.
VÁZQUEZ MOTA. Ve una gran limitante en la candidata panista, la diputada ausente: “Representa más de lo mismo; representa las políticas públicas que han probado reiteradamente su fracaso y que tienen a México hundido en un océano de desempleo, pobreza, violencia, violaciones masivas de derechos humanos”. Este diagnóstico no parece nada mal, como que ya se le ha oído con frecuencia por doquier. Absolutamente reconocible y evidenciado el fracaso del PAN. La cuestión es que estamos también claramente ante una autocrítica por mucho que el cinismo se anteponga: Más de lo mismo.
Y es aquí donde Coldwell se muerde la lengua y no le duele ni le sangra, porque la tiene bien fría, congelada, como la de un pez de las profundidades de El Caribe. Su crítica para la panista debe ser equivalente para el priista, ambos representan más de lo mismo; esto es muy obvio para la sociedad. La crítica a la diputada ausente es asimismo un recuento de lo que tan mal hizo el PRI. Al grado de que después de setenta años y del desecho de los principios de la Revolución en tiempo tan temprano como a mediados del siglo XX (con momentos de excepción), llegara a la debacle de perder la elección del 2000 ante un peor discípulo: El PAN; o mejor, depende la perspectiva. Ambos partidos son responsables de los 82 años concluidos en fracaso: el descrito por Coldwell.
Se entiende que a Pedro Joaquín –priista desde antes de los 25 años cuando fuera diputado por vez primera en su feudo familiar quintanarroense para iniciar así su interminable carrera burocrática; feudo compartido con la hermana Addy, quien por cierto en 2005 renunció al PRI y se afilió al PAN- no le interese nada más que caminar y sonreír serenamente. Hacerlo de otra manera revolvería las aguas de la evocación, se enturbiarían y se calentaría la temperatura. Una mordida de lengua en condición tan tropical sí tendría consecuencias.
El reto de la memoria social es no perder la orientación hacia el primero de julio del 2012. Y lo dicho por Pedro –copia de la frase popularizada por la izquierda y que ahora desean utilizar Peña y Coldwell-, es tan válido para el PRI como para el PAN: Más de lo mismo; lo que vulgarmente se conoce como PRIANISMO.
Postdata: No sé si los peces tienen lengua o no, pero como si la tuvieran (leo antes de terminar: sí la tienen, pero sin movilidad propia, se mueve al hacerlo la mandíbula inferior; mejor así para morderse).
Por cierto, no habla mal Coldwell, su discurso es fluido, su lenguaje es burocrático pero básicamente coherente. Sin duda haría mejor papel que su candidato quien, no sin mucho trabajo y tartamudeos, apenas logra articular.

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