domingo, noviembre 28, 2010

Leit Motiv en Daniel Cosío Villegas

Por Nietzsche Aristófanes @NietzscheAristo

A raíz del centésimo aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, columnistas varios han desenterrado una vez más a Daniel Cosío Villegas, en particular, refiriéndose a su célebre diagnóstico “La crisis de México”, publicado en 1947 en ese ícono de la cultura Hispanoamericana en que se convertiría la revista Cuadernos Americanos. Texto que después sería recogido dentro de los dos volúmenes extraordinarios de Ensayos y Notas editados por Hermes en 1966, y que contienen valiosísimas contribuciones del pensamiento del escritor a la comprensión de México, Norteamérica y Latinoamérica.

En 1947, Cosío Villegas consideraba más que muerto el aliento creador del movimiento revolucionario hecho institución a través del PNR, el PRM y el PRI. La metas, los programas, los hombres de la Revolución o se habían agotado, estancándose, o habían ya fracasado. Que analistas y escritores en 2010 lleguen a la conclusión de que ahora se está en iguales o inclusive peores condiciones a las habidas antes de la caída de Porfirio Díaz, no ha sido sino un tardísimo reconocimiento al diagnóstico establecido hace 63 años. ¿Se ha vivido en la ilusión, en la conveniencia, en la simulación, o en todas ellas desde entonces?

Propuesta de “La crisis en México”: Las tres metas fundamentales de la Revolución:

1. Destruir “el régimen antiguo”. “Sufragio efectivo, no reelección”. Hecho biológico: Durante el porfirismo, toda una generación quedó excluida de la riqueza. Hecho político: La vida política, la libertad y la democracia tenían tanto o más valor que el orden y el progreso; valía la pena comprometer la vida en la tarea de la revolución.

2. Anteponer la condición y el mejoramiento de los más al de los menos, y la creencia de que no se conseguiría ese fin sin la iniciativa y el sostén de la Revolución hecha ya gobierno.

3. Nacionalismo asociado con la elevación económica y cultural del “indio” e inclinación a preferir cuanto fuera mexicano sobre lo europeizante y contra el imperialismo. Nacionalismo sin xenofobia, no obstante.

Si bien se acepta que algunas de las metas descritas se cumplieron, o bien no fueron suficientes o sólo fueron temporales. Por ejemplo, se destruyó el régimen porfirista, pero el que surgió a raíz de ello fue uno violento, inclusive criminal que hizo lo posible por eliminar al adversario (los iniciadores del movimiento murieron asesinados todos), el hombre posrevolucionario buscó el beneficio personal y en el proceso se crearía una nueva burocracia política y “empresarial” corrupta. Sí, se dio paso a nuevas generaciones de políticos, pero no se conquistó ni la democracia ni la libertad, mucho menos una justicia auténtica, una posibilidad para la igualdad de oportunidades. No, la corrupción se enseñoreó en el país. Un fracaso de los herederos institucionalizados de la Revolución que se hicieron ricos mientras la mayoría del país, salvo en breves periodos, empobrecía. Como el propio Cosío Villegas señala, la Revolución no contó con hombres a la altura, todos los revolucionarios fueron inferiores a la obra que la gesta necesitaba hacer, al menos los que sobrevivieron. La Revolución bien valía la pena, pero se quedó esperando por mejores ciudadanos.

Aunque el cambio de régimen fructificó en una nueva Constitución y ponderó al ciudadano común, bien poco se logró consolidar con ella. Logros en la educación, el trabajo obrero, el campo, la salud, padecerían con el tiempo la falta de apoyo, la indolencia y, al final, la rapiña. Y con la instauración del salinismo como ideología y práctica (extranjerizante y que tiene como sola meta al dinero, su consecución a cualquier precio), la corrupción que fue una señal posrevolucionaria, no sólo se acentúo, sino que se perfeccionó, se digitalizó. Ahora sus formas son más abiertas por ser también más sofisticadas. Y la corrupción y la impunidad rigen asimismo la ética del panismo gobernante, hijo y exégeta de ese salinismo, su padre putativo. Hoy, no obstante, el salinismo ha decidido reelegirse en el poder con la sigla del PRI ya que la del PAN está desgastada.

Logro fundacional de la Revolución, muy sólido, fue que México emergió de ella con el sentido de su identidad bien acentuado. Fue el primer país latinoamericano consciente de su riqueza cultural, de sus lenguas, de su raza. Y esto ha propiciado no pocos logros culturales. Una de las aportaciones aún vigentes en su valor y su producción históricas fue el de ese nacionalismo un tanto chovinista pero nunca xenofóbico. La gran expresión del mismo fue José Vasconcelos y su obra trascendente. Hasta que la ambición o el diagnóstico de la realidad lo llevó a abandonar esa obra y quiso, o hacerla mayor o simplemente llegar al poder a que le daba derecho su autoridad intelectual. Pero no contó a tiempo con la mezquindad, la codicia y la realidad del poder caudillista que lo sometió y lo llevó a la debacle personal. Dejó inconclusa la obra educativa y cultural que tanto beneficio diera al país, y se entregó a la cólera y a la autocompasión cristiana. Una lástima.

Todos, sin importar ideología, concuerdan en que México ha llegado hoy a una situación límite. No es sólo la violencia del narcotráfico y la “guerra” que pretende combatirlo. Es, sobre todo, la violencia de la miseria. La violencia de la impunidad. La violencia, sobre todo oficial, que se mofa y se yergue contra el ciudadano común y corriente.

Que escritores y columnistas traigan hoy a la memoria a Cosío Villegas es revelador por cuanto dice de la vigencia del escritor, y la crisis y actuales necesidades del país. Pero también se manifiesta como un arma de doble filo, cuando menos. Porque si sólo se queda en el ejercicio de la memoria, se está siendo indolente, sino es que cómplice mismo hasta cierto grado (el grado mayor, el de la conciencia) del imperante estado de cosas. No basta la memoria. Veamos el panorama y el horizonte de propuestas para sacar a México de la profunda crisis que tenemos frente a nosotros.

1. Vuelta del PRI al poder. Para empezar, en estricto sentido, esto es un eufemismo. Porque el priísmo no ha dejado de ejercer ese poder, ya sea a través de las gubernaturas, el congreso, el reparto del presupuesto, o de los hombres del salinismo, que incluye igualmente a una corte importante de panistas. Como subterfugio quieren hacer creer que la juventud relativa de Enrique Peña Nieto sería un factor de cambio. Nada más alejado de la realidad, ya se sabe. Pero como todo producto comercial, el mercadeo rinde dividendos y ante eso estamos. Se trataría entonces de la vuelta del dinosaurio enmascarado de joven viejo.

2. Reiteración de panismo. Por un lado, ningún personaje panista tiene, ya no digamos la moral, ni siquiera la capacidad suficiente como para aspirar a dirigir al país hacia un estado que no sea el de la exacerbación de sus fracasos. Y aquí como nunca se cumple el presagio funesto de Cosío Villegas: Al no tener desde su origen fundacional más que la crítica al desprestigio del gobierno de la Revolución y la ideología de la iglesia católica, es decir, ningún programa propio para conducir al país, “Acción Nacional se desplomaría al hacerse gobierno” por carecer de principios y de hombres. Durante mucho tiempo hizo de la denuncia su forma de existencia, hoy es receptáculo de la crítica abrumadora, no sólo por fallar al hacerse gobierno, sino, primero, por prolongar el salinismo, llevar al clímax la derechización del país, segundo, por resultar peores hombres que los priístas que tanto criticaron. Aguzaron las mañas para el robo, el atraco, la venta, la traición a su país.

3. Lo que se llama izquierda requiere al menos una segmentación doble. A). Se encuentran los que han legitimado al régimen fallido y corrupto. El grupo más evidente dentro del PRD (el partido que aspiraba a una Revolución Democrática en contraposición a la que se había institucionalizado y había fracasado), es el llamado Nueva Izquierda, los tristemente célebres “Chuchos” que decidieron medrar en lo personal y dejar pasar la oportunidad única de haberse convertido en una fuerza política invencible. Reconocieron al poder actual y abrazaron el salinismo foxista-calderonista como su ideología, o la carencia de ella; o el dinero como única expresión ideológica. B). El movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador, el dirigente social y político que ha dado muestras invariables de honradez y ética y que reivindica básicamente la ideología y los principios que fueron causa de lucha para alcanzar la Independencia, para materializar la Reforma de Benito Juárez y llevar a cabo la Revolución. Y ha sido así porque esos principios se han abandonado por los fracasados regímenes que han gobernado al país, con pocas excepciones cuyo ejemplo mayor es el de Lázaro Cárdenas y algunas políticas, como el de la educación, la cultura, la agroindustria, la salud, instauradas, pese a los crímenes políticos, por los regímenes posrevolucionarios. El Proyecto Alternativo de Nación recoge las demandas sociales insatisfechas y propone lo que el país necesita desde una perspectiva orgánica y política.

Ni el PRI, ni el PAN, ni sus socios de Nueva Izquierda dentro del PRD tienen, pues, no se diga el compromiso, ni siquiera la intención y mucho menos la capacidad para recuperar al país del fracaso, de la dependencia cada vez mayor de los Estados Unidos. No podrán erradicar la corrupción y la impunidad porque ellos son parte de la misma.

No hay nuevo PRI. No hay tal aunque se llame Moreira o Peña Nieto. Detrás de ellos están Salinas y Gordillo.

No hay nadie en el PAN, mucho menos en el PRD oficialista.

Dentro del movimiento de López Obrador es necesario también ejercer la crítica constante. No dar por sentado el que ellos encarnan “lo bueno”, lo ético, lo moral, per se. Es necesario que se erradique, más que la imagen, la práctica del político común y corriente. La imagen hablará por sí sola cuando se actúe defendiendo los intereses del país, con inteligencia. No hay que perder los estribos ante los provocadores, que los hay por todos lados. Sí el debate, pero no se debiera caer en estériles confrontaciones internas. Y si después de ir depurando al movimiento de los inconsecuentes, quedan pocos, con ellos se debe hacer el trabajo. La dignidad y el orgullo de la labor responsable brindarán frutos futuros. Lo que no se puede hacer es conducirse como hace el resto de los políticos, que no importa cuán ricos y “exitosos” sean, son un fracaso absoluto, la expresión putrefacta de la corrupción y la impunidad.

Es la hora de que los analistas y escritores, si en verdad tienen un compromiso con su país, ya no digamos “amor”, si desean verlo salir de la terrible situación de miseria, violencia y crimen, es hora, insisto, de que hagan un examen meticuloso de la realidad presente e histórica, de que revisen las posibilidades, el panorama planteado arriba, y entonces, ejerzan la acción de la conciencia, al menos con la pluma y, al cabo, el voto. Que den una oportunidad a quienes objetivamente tienen un diagnóstico y una propuesta para el país, a quienes no buscan el beneficio personal, el enriquecimiento, sino la solución a los, ahora más que nunca, grandes y graves problemas de México. Porque todos prácticamente coinciden en la catástrofe salinista-panista, en la crisis generalizada. Únicamente les hace falta ese rasgo consciente y generoso, y el mérito de la objetividad en relación a las posibilidades.

Daniel Cosío Villegas, sin ser un intelectual auto proclamado de izquierda sino acaso un pensador liberal, con la crítica ejerció una postura que podría pensarse de izquierda, relativa, como él habría considerado de acuerdo a la perspectiva de otro de sus importantes ensayos sobre la relatividad de dicha ideología. Ponderó los beneficios de la Revolución Mexicana, pero criticó sus limitaciones y, sobre todo, el fracaso de sus hombres, su corrupción y la impunidad de que se han valido. Hacia los sesenta vio en el sesgo de Lázaro Cárdenas la ruptura al fin con el PRI corrompido y elogió la posibilidad con tal de corregir el rumbo del país. Lamentó inclusive, en otro más de sus ensayos, que la crítica en contra de la revolución institucionalizada no proviniera de la izquierda, sino del PAN, por lo que la derecha ha representado históricamente. Y no se equivocó, su análisis fue tan certero que ahora por desgracia descarnadamente presenciamos lo que él vislumbró hace 63 años.

La obra intelectual y el vigor creador de Cosío Villegas partieron siempre del ejercicio de la crítica y de la ética: sus leit motiv fructíferos. Es indispensable, sino imperativo, para todo mexicano en posibilidad, para todo ciudadano que conscientemente desee la transformación de México, que repudie la corrupción y la impunidad, leer de ese abrevadero de inteligencia y claridad que significa Daniel Cosío Villegas, su pensamiento y su obra; arrancarlo de la pretensión de los intelectuales de derecha como Enrique Krauze, que, sesgándolo, han deseado expropiarlo para sí al querer despojarlo de su riqueza crítica universal y de su potencial creador vigente dentro de las causas justas de México.

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