| Alianzas, PT y Andrés Manuel - 21 de abril de 2010 Extemporáneamente, la comisión ejecutiva del Partido del Trabajo está por resolver, esta semana misma, una cuestión ante la que ha mostrado dubitativa pero que ya había decidido de manera afirmativa: su participación en alianzas con miras a las elecciones locales de julio próximo. Se insinúa que finalmente el PT reculará y se alejará de las coaliciones en que sus órganos estatales y su autoridad federal se han comprometido a actuar.
Sería un grave error que el PT diera ese paso, especialmente en entidades donde sólo mediante alianzas es posible desplazar al PRI de gubernaturas ejercidas con rendimientos decrecientes por la corrupción en aumento y la condición autoritaria de gobernantes que desdeñan y lastiman a sus gobernados. La renuncia petista a las coaliciones no significaría solamente, en este momento del calendario electoral el incumplimiento de un compromiso, político y jurídico, que consta en documentos formales registrados ante la autoridad electoral de varios estados, sino el aislamiento de ese partido de la lucha general por la democratización del país.
No falta quien, en esta hora de inesperada vacilación —–pues la formalidad de las alianzas no dejaba lugar a duda de la voluntad del mando petista— recuerde la mala fama de una agrupación que a todas luces surgió con el apoyo del gobierno de Carlos Salinas, al modo en que décadas atrás desde las alturas políticas se había decidido la formación de partidos que contribuyeran a la creencia esparcida por el gobierno mexicano en las afueras, de que en México era realidad la contienda electoral. EL PPS, el PARM y el FCRN, sin embargo, no obstante ese su origen estuvieron en capacidad de cambiar de rumbo y en 1988 se opusieron al régimen que los había creado y alimentado, y, pasados a la oposición verdadera, no la cosmética en que habían sido protagonistas, formaron el Frente Democrático Nacional. Agregado el PMS a esa coalición virtual —no las permitía la ley entonces—, el Frente condujo la candidatura del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas a un triunfo que las feroces limitaciones de aquel tiempo no permitieron demostrar, como tampoco fue posible probar a cabalidad el enorme fraude electoral que hizo a Carlos Salinas presidente de la república.
Como en los gobiernos, la ilegitimidad de origen de los partidos puede ser curada por un desempeño legítimo, y eso ha ocurrido con el PT, especialmente del que a partir de 2006 se ha manifestado como el partido más cercano a Andrés Manuel López Obrador, más próximo al ex candidato presidencial que el suyo propio, el PRD. El PT se ha beneficiado de esa vinculación especial, como lo muestra la selecta bancada petista en la actual LXI legislatura de la Cámara de Diputados y, desde hace tres años, su presencia en el Senado de la República. En 2006 y en 2009 el impulso electoral que López Obrador dio a ese partido no únicamente le colocó en una posición legislativa que no había alcanzado nunca antes sino que le aseguró el registro —estrategia explícita de la movilización de López Obrador— y un financiamiento nada desdeñable. Se comprende así que la jefatura nacional petista sea sensible a las opiniones y las directrices políticas del ex jefe de gobierno de la ciudad de México.
López Obrador es, erróneamente, adversario de las coaliciones políticas que incluye a Acción Nacional. Puesto que, erróneamente también, no confiere a las elecciones locales la importancia que sí reconoce a las federales, le parece que no hay motivos suficientes para aliarse con el propósito de romper el predominio priísta en estados en que no sólo ha gobernado ese partido por ochenta años, sino que lo hace hoy con arrogancia y desplantes propios de los años cincuenta ó sesenta, cuando estaban lejos la contienda electoral equitativa y la distribución del poder.
Las alianzas de Acción Nacional con los tres partidos que integran el Día (Diálogo para la Reconstrucción Nacional) son el único instrumento capaz de derrotar al PRI, más cabalmente si se basa en un programa que responda a las necesidades de la sociedad, carencias en las más de ella de apremiante resolución desde una perspectiva construida por la oposición en general. Las coaliciones electorales no constituyen una fusión de partidos, que a partir de ellas compartirían sus plataformas de principios. Se las ha comparado como la unión imposible del agua y el aceite, ignorando que en artes gráficas, en el offset en particular, la técnica de impresión que revolucionó esa industria en los años sesenta, el agua y el aceite, cada uno con sus cualidades propias contribuyen a la generación de imágenes brillantes sobre el papel en blanco.
La salida del PT de la coalición en Hidalgo sería especialmente grave si además de debilitar al empuje opositor sirve para que José Guadarrama encuentre un partido que lo postule. Amén de que eso mostraría que el senador perdidoso en el proceso interno (su renuncia unilateral fue sólo un anticipo de su derrota) ha sido sólo un alfil del gobierno estatal con el que mantiene vasos comunicantes.
Para contender en el proceso electoral de 2012, AMLO debe ser congruente y alentar la participación de los ciudadanos en los de este año y el próximo y no desestimularla oponiéndose a las coaliciones e influyendo a sus partidos afines en contra de ellas. Al contrario, su deber cívico y su conveniencia política debería impulsarlo a poner su capital político al servicio de necesidades locales impostergables y no desdeñar la vía electoral.— México, D.F.
karina_md2003@yahoo.com.mx ————— *) Periodista |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario