miércoles, febrero 10, 2010

Invictus El factor humano y las circunstancias político sociales

Nietzsche Aristófanes (@NietzscheAristo)

10 de Febrero, 2010 - 14:24

Se ha proyectado con éxito relativo la película Invictusde Clint Eastwood. Sin embargo, entre la crítica internacional se ha dado cierta polémica en relación a la profundidad o superficialidad de la cinta con respecto al libro (el ensayo The Human Factor del periodista inglés John Carlin; debate por lo demás natural tratándose de filmes basados en libros). Se ha elogiado la actuación de Morgan Freeman y la sobriedad de Matt Damon, pero se ha dicho que Eastwood realizó una película muy plana, con personajes de poco conflicto interior, con escasa atención al Apartheit y eludiendo la complejidad que en 1995, año en que se desarrolla la historia, estaba a punto de llevar a Sudáfrica a una cruenta guerra civil interminable luego que el año anterior Mandela, tras 25 años de prisión, ganara las elecciones presidenciales. Es decir, se han limado las circunstancias. He allí el punto crítico que ha sido soslayado. Pero vayamos primero a la película.

Padeciendo Mandela la confrontación interminable entre negros y blancos y temiendo que ello arruinara sus planes de integración del país, decide utilizar políticamente el mundial de rugby que se jugará en 1995 en Sudáfrica. Convoca y convence al capitán del equipo de este juego fundamentalmente de blancos, para que lo ayude en la tarea de que los negros, para quienes este deporte era un símbolo de la opresión blanca, se identifiquen con el equipo nacional. Logrando este objetivo y ganando Sudáfrica el campeonato, ambas razas lograrán un sentido de nación, un sentido de identidad, cuando menos en cuestiones fundamentales. Con ello habrá de evitarse la contrarreacción blanca por la ascensión de Mandela al poder, la confrontación entre ambos grupos y, finalmente, se alcanzará la paz que le permitirá llevar a cabo sus planes económicos y sociales. Cosa que por demás habrá de conseguir en el transcurso de su presidencia.

Efectivamente, en un transcurso lineal, Eastwood alcanza su cometido de señalar este proceso de identificación y unificación a través del rugby que significará para Mandela un triunfo definitivo. El director delimita el poder de acción del presidente al logro del campeonato y con ello la obtención de la paz civil que le permitirá gobernar. La crítica que se le ha hecho es válida, no obstante, porque el director no considera otros factores involucrados que cedieron ante, que respetaron, finalmente, el triunfo de Mandela en las elecciones de 1994 en las circunstancias de una sociedad dividida racial, económica política y socialmente. Antes que ello, el desenlace es melodramático, rayando en el sentimentalismo elemental y superfluo casi al mejor estilo de Hollywood.

Lo que se ha soslayado en mero beneficio de las glorias de este deporte, es la circunstancia política y social que dejó correr a Mandela. Cierto que el líder logró la unificación, que es ejemplar, pero los factores van más allá del deporte y del mero individuo. La película quiere ver sólo el brillo del personaje. En este punto, incluso, algunos analistas han querido ver en Obama, por ejemplo, un político unificador semejante. Sin embargo, el tiempo ha ido mostrando la desilusión por él y a cambio de unificación, ahora enfrenta el crecimiento del temible movimiento ultraderechista delTea Party. En México, la crítica ha sucumbido a la percepción romántica de la película y del personaje. Alguien como Manuel Camacho Solís, por ejemplo, ha escrito en su columna más bien una apología del filme y de Mandela con cierto dejo de nostalgia y aun deseo de un símil para México. Desdeña también las circunstancias de 1994 en Sudáfrica, las que hicieron que en la elección fuera respetado el triunfo de Mandela, que el poder financiero, político y militar le consintiera gobernar.

Pensando en la circunstancia mexicana a la luz de esta película, no cabe duda que se vive aquí también en una sociedad dividida, racista (no al extremo quizá de Sudáfrica), brutalmente desequilibrada en términos económicos, violenta, corrupta a más no poder en la mayoría de sus ámbitos, etc. En un sinsentido, se ha acusado, después de la elección de 2006, al movimiento civil de López Obrador como el causante de tal divisionismo. Quienes así lo hacen parecen olvidar que en contraste con el caso sudafricano y el norteamericano (donde el partido republicano ya no intentó un tercer fraude electoral), en México no se respetó la voluntad de la sociedad. Inclusive antes del proceso electoral, se agredió a quien representaba el deseo de cambio en una sociedad injusta. Se le atacó y acusó de peligro para México. Entonces, el divisionismo vino precisamente del lado opuesto. De quienes han impedido que México sea un país de justicia. El cineasta Luis Mandoki logró en Fraude, la película, mostrar justamente las circunstancias que impidieron el triunfo de la democracia e impusieron las condiciones que han dividido al país y lo han llevado a grados extremos de violencia no vistos anteriormente (durante la Revolución o la Independencia hubo causas sociales e ideales; la violencia actual no los tiene).

Sin querer exagerar en una analogía del caso deInvictus con el fenómeno político en Estados Unidos y en México, vemos, no obstante, que hablando de procesos de cambio social en los tres países, las circunstancias fueron semejantes pero las voluntades y los resultados distintos. En los dos primeros casos la circunstancia cedió ante la voluntad popular, las respectivas oligarquías evitaron la radicalización al no imponer su poder frente al de la mayoría. No sucedió así en México. Y ahora se padecen las consecuencias. Es pues, Invictus, una buena oportunidad para la reflexión política y social pero sin abandonarse a meros arranques sentimentales o caer en excesos melodramáticos.

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