jueves, enero 07, 2010

Columna Asimetrías ¿Es el Narco Realmente el Enemigo?

Por Fausto Fernández Ponte





07 enero 2010

“¿Es el “narco” realmente el verdadero enemigo? Tengo mis dudas”.

Juan Miguelino Padilla.

I

La interrogante formulada por el caro leyente Padilla --quien, dícenos, sigue éstos pergeños desde Matamoros, Tamps.— refleja las dubitaciones de no pocos mexicanos acerca de los móviles verdaderos de esa guerra a los cárteles del narcotráfico.

El señor Padilla argumenta: “Antes de declarar Felipe Calderón esa guerra, el 11 de diciembre del 2006, no había tanta violencia –hasta hoy casi 17 mil muertos e incontables heridos física y psicológicamente-- en las calles de nuestras ciudades…

“Esa violencia no ocurre en áreas rurales, sino en zonas urbanas, particularmente en las fronterizas del norte de México pero también ya muy frecuentes en las urbes del sur de nuestro país (…) La población vive aterrorizada (… )

“Tampoco habían habido tantas violaciones a los derechos humanos y las garantías individuales de los mexicanos; ni siquiera en los 30 años de dictadura de Porfirio Díaz, cuyo ejército era asesino, pero hoy, nuestro Ejército le ha ganado al porfirista…

“El estremecimiento de terror que causa a la ciudadanía ver desfilar patrullas militares motorizadas por las calles es superado sólo cuando se presencian tiroteos entre narcotraficantes entre sí o con militares o saber de las “ejecuciones” entre aquellos”.

II

El señor Padilla afirma que en Matamoros “he presenciado riñas y balaceras entre “narcos” (o que sospechamos que lo son) no solamente en la vía pública, sino también en restaurantes e inclusive en cines y burdeles y hasta en las ferias….

“También he presenciado cómo la soberbia, el despotismo y la intransigencia amenazadora de los militares en su trato con civiles inocentes, lo cual me indica que para el Ejército los “civilones” –el pueblo-- somos el enemigo…

“Y al puro y meritito estilo porfiriano, los pretorianos legionarios del comandante supremo Calderón primero matan y después averiguan (…) con la agravante de que gozan de una impunidad que les da el fuero militar (…) y nos tienen de rehenes…

“La consecuencia (…) es la siguiente: las Fuerzas Armadas, Ejército y Marina, han perdido el respeto y la admiración que los civiles –el pueblo— teníamos por ellos. Han dejado de ser instituciones para defender al pueblo; ya no son del pueblo…

“Son instituciones que, como bien dice Manuel Espino, que es nada menos que un prominente compañero de partido de Calderón y hasta fue presidente del PAN, las causas contra los cárteles del narcotráfico son únicamente políticas”.

III

Prosigue el leyente Padilla: “La afirmación de Espino me dice de que Calderón está haciendo uso político del Ejército y la Armada, involucrando a ambas fuerzas para consoilidar su muy cuestionado poder y amedrentar a la población”.

Y concluye: “Amedrentando a la población para mantenerla a raya, para que las protestas, marchas y plantones no se conviertan en acciones organizadas de insurgencia. Para mí, eso es una represión preventiva, contrainsurgente o de baja intensidad”.

La misiva del señor Padilla refleja el sentir de muchos otros leyentes que nos escriben, interpretando la guerra declarada por el Presidente de Facto de México a los cárteles del narcotráfico e identificando propósitos estratégicos reales de dicha guerra.

Esto nos retorna de sopetón al aserto del leyente Padilla en el epígrafe de la entrega de hoy. ¿Quién es, pues, el verdadero enemigo de México? Obvio antojaríase que no es el narcotráfico organizado; éste existe porque hay demanda aquí y en Estados Unidos.

¿Y por qué hay demanda en México? Por la simple razón de que el consumo de estupefacientes y psicotrópicos –que ha aumentado casi exponencialmente en los últimos tres años-- es escapismo, fugarse de la opresiva y estresante realidad.



Plan B. Militares al ataque

Por Lydia Cacho







07 enero 2010
De norte a sur el Ejército viola la Constitución, con eso de que hay guerra aquí todo se vale. Pasó inadvertido para las mayorías que hace tres semanas Greg Sánchez, el pastor cristiano que funge como alcalde de Cancún, despidió a los altos mandos de la policía municipal argumentando vínculos con el crimen organizado, pero no hubo arrestos. El general brigadier Alejandro Cárdenas fue nombrado director de la Policía Preventiva; otro general quedó a cargo de la Academia de Policía; dos coroneles de Infantería recibieron la Policía Turística y Tránsito. Son militares en activo llevando a cabo tareas policiacas, con las prerrogativas que su pertenecía al Ejército les otorga y las facilidades que les representa su designación en un contexto de guerra contra el crimen organizado. Los nombramientos se dieron en un ambiente que a Greg Sánchez le gusta. Tiene una pasión por los soldados; dos de ellos son parte de su escolta personal que paraliza la avenida Kukulcán cada vez que circula abriéndose paso al estilo presidencial. El presidente municipal ha dicho que quien cuestiona estos nombramientos seguro responde a intereses criminales.

Está claro que generalizar es inaceptable, hay tantos militares honestos como los hay corruptos y no debemos prejuzgar; sin embargo los hechos de Chihuahua, donde miembros del Ejército han fungido como policías infringiendo las leyes, so pretexto de estar en guerra, encienden una alerta.

Este domingo 3 de enero murió balaceada Josefina Reyes, activista de derechos humanos que enfrentó al Ejército mexicano por el asesinato y desaparición de sus dos hijos. Una vez que Josefina hizo públicos los abusos de poder de miembros del Ejército, el argumento de la guerra la dejó sin herramientas jurídicas para actuar en contra de los soldados que mataron a sus hijos. Militares allanaron su hogar en tres ocasiones supuestamente haciendo tareas policiacas. Su propósito era silenciarla. No era la única amenazada de muerte por parte de soldados; el visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos Gustavo de la Rosa salió de Chihuahua por amenazas de soldados a quienes acusó de violar la Constitución. El asesinato de Josefina Reyes cambia la historia de esta guerra. Ella era nuestra Rosario Ibarra en el norte y su muerte anuncia una advertencia a los movimientos sociales.

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