Petróleo. Hacia el 8 de septiembre
HÉCTOR PALACIO
En gran medida, la revolución mexicana se hizo con hombres, jóvenes y aun niños incorporados forzosamente a las distintas facciones. Igualmente, los grupos de narcotraficantes se alimentan y hacen y/o responden la guerra levantando a jóvenes que incorporan a sus filas. El ejército mismo recurre al hambre y la miseria de hombres que de no ser por esa opción de vida, escasamente tendrían otra. Una lucha en defensa del petróleo en los términos aquí planteados no se produce con levantados y forzados, se trata de una convicción, una conciencia e incluso una educación que se tiene o no se tiene.
La defensa del petróleo como recurso natural propiedad de la nación y por tanto de los mexicanos, nada que tiene que ver con ideologías o intereses personales, sino con:
1. La convicción de que la Constitución vigente es resultado de un proceso histórico legítimo que hay que observar y respetar; si no la ideal, hasta ahora la mejor posible (tanta modificación a leyes secundarias enuncia otros problemas); 2. Que desde su recuperación de manos de las compañías extranjeras, el petróleo ha sido, con todo y la corrupción en torno al mismo, de extraordinaria utilidad para los mexicanos. 3. Que los argumentos técnicos que presentan los pro-privatizadores, desde la quiebra de PEMEX hasta que la “utilidad compartida” no es privatización, han sido una y otra vez deshechos por los expertos y conocedores. 4. Que en el mundo vigente, el petróleo es un producto estratégico para las naciones. 5. Que es absurdo tener como meta la explotación deliberada del producto sin ningún otro objetivo que la extracción mayor posible sin considerar su procesamiento interno. 6. Que la corrupción burocrática y sindical de PEMEX es quizá el tema subyacente mayor en todo el fenómeno petrolero. 7. Que bajo el control y la conducción nacional es posible mejorar y potenciar el fenómeno a favor de los mexicanos, como históricamente se ha probado, no de las compañías trasnacionales y sus aliados en el gobierno actual.
En gran medida, la revolución mexicana se hizo con hombres, jóvenes y aun niños incorporados forzosamente a las distintas facciones. Igualmente, los grupos de narcotraficantes se alimentan y hacen y/o responden la guerra levantando a jóvenes que incorporan a sus filas. El ejército mismo recurre al hambre y la miseria de hombres que de no ser por esa opción de vida, escasamente tendrían otra. Una lucha en defensa del petróleo en los términos aquí planteados no se produce con levantados y forzados, se trata de una convicción, una conciencia e incluso una educación que se tiene o no se tiene.
Descontando a los saltimbanquis que abundan en México, esos que ayer ya sea por convencimiento o conveniencia sostenían algo y mañana saltan a su antípoda de manera grosera y sin pudor (no se espera de ellos ética o verticalidad, simplemente cierto íntimo recogimiento, no cinismo puro), la defensa de una causa como la de la riqueza nacional es sobre todo un compromiso personal que se une al de otros.
¿Qué tan poderoso y oportuno puede ser el llamado de protesta hacia el 8 de septiembre?
Si algo plausible para su causa han logrado históricamente los tecnócratas -definido está en su nombre-, ha sido la pulcritud técnica al presentar desde los documentos mínimos a sus grandes proyectos. Incluso lo falso lo revisten de deslumbramiento técnico para dar apariencia de abrumadora verdad. Este instrumento, en manos del PRI, les ha arrojado tan grandes dividendos que después de décadas, continúan en el poder. Con el añadido ahora de un increíble y excesivo cinismo, que han puesto de su lado, como un tecnócrata más, al propio Lázaro Cárdenas. Así, como bien ha señalado Julio Hernández (a quien debemos los mejores análisis políticos de la situación), todo pareciera hoy tan bien montado, la propaganda, la televisión, el periodismo oficialista o a modo, los partidos políticos vía el “Pacto por México”, el aparente debilitamiento de los regulares organismos de protesta (CNTE, SME, grupos independientes), y aun el socavamiento de reductos posibles de levantamiento como son los grupos comunitarios de autodefensa, tan bien montado todo parece, que difícilmente cabría esperar un despertar masivo de la sociedad mexicana tan dada al adormilamiento voluntario o inducido. Y así, aunque los tecnócratas pudieran perpetrar el mayor atraco a la nación, la sociedad, mientras coma y se entretenga aunque sea mal, poco hará en su propio provecho.
¿Con este panorama, tendrán, la habilidad política de López Obrador y sus cercanos, la actividad de los miles de tuiteros conscientes, y el aporte técnico e intelectual de mexicanos comprometidos con esta posición (falta ver qué posición definirá Cuauhtémoc Cárdenas), la capacidad de hacer crecer y cohesionar la protesta social? ¿No será demasiado tarde el 8 de septiembre por distante y ante la amenaza de un “albazo” oficial? Preguntas que encuentran su respuesta en el individuo y en la experiencia cotidiana, no en el voluntarismo. Preguntas y respuestas que tomarán sentido en la medida que no sea uno o pocos quienes conduzcan la causa, sino que la asuma el conjunto.
Como quiera que sea, “la suerte está echada” y las cuentas claras. Y si algo tiene aún algún valor contra el cinismo, técnico o no, es la convicción. Y a partir de allí, todo es posible.
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