La simulación de Cárdenas y el perredismo light y varicoso
HÉCTOR PALACIO
Para los incautos, la noticia va bien. También para los interesados, tanto del gobierno como, sobre todo, de la burocracia perredista. Desafortunadamente para el momento que se vive, la tradicional tibieza de Cuauhtémoc se impone de nuevo
Fue tan contundente la afirmación de Cuauhtémoc Cárdenas en el sentido de que dejaría de lado “otros asuntos” para lanzarse de lleno a la campaña a fin de recolectar 1 millón 630 mil electores para demandar “a las autoridades” una consulta sobre la vigencia o no de los artículos 27 y 28 constitucionales en caso de que Peña Nieto privatizador se salga con la suya, que al día siguiente una nota oficial comunica que continuará a cargo de la coordinación de Asuntos Internacionales del gobierno de Mancera.
Y la nota tiene sentido, pues la urgente lucha revolucionaria a la que convoca Cárdenas, por si acaso, debe aguardar hasta las elecciones de 2015.
Ante el perredismo históricamente light, con sillas dispuestas para que con traje y corbata y a pierna cruzada protestaran cómodamente en contra del mal gobierno (no se vayan a inflamar las varices), habló el hijo del General: “Estamos reunidos hoy para reafirmar nuestra convicción patriótica, revolucionaria y progresista, así como nuestra decisión de lucha, ante la amenaza oficial, entreguista y neoliberal, de reformas constitucionales y legales, con el claro objetivo de desplazar al Estado mexicano del control y manejo de su riqueza petrolera, puntal de su independencia económica.”.
Ante semejante discurso, como en los mejores tiempos del perredismo encabezado por el propio Cuauhtémoc hace más de dos décadas, cualquiera esperaría que la indignación hubiera hecho poner de pie a los fervientes militantes, quitarse sin retraso y con orgullo los moños y salir a las calles a luchar ante la imperiosa situación que pone en riesgo a la patria. Pero no, comen demasiado, registran sobrepeso y se observan abotagados, sus músculos y rodillas se atrofian mientras la razón se vuelve comodina, “moderna”.
Antes bien, se cogieron entre todos, apretujados para caber en la línea frontal, de los brazos, y caminaron unos minutos para la foto. Y las notas sobre la felicidad de Los Chuchos no se hicieron esperar. (Y los jóvenes burócratas, Los Chuchillos, mamando el ejemplo).
Para los incautos, la noticia va bien. También para los interesados, tanto del gobierno como, sobre todo, de la burocracia perredista. Desafortunadamente para el momento que se vive, la tradicional tibieza de Cuauhtémoc se impone de nuevo y se echa a dormir dos años cubierto con la bandera discursiva de la protesta (de manera sospechosa y conveniente para los arreglos debajo de la mesa, dirían los mal pensados). Si fuera lo contrario, simultáneamente estaría convocando a un verdadero levantamiento cívico nacional como, incluso para sorpresa suya, prácticamente se diera en 1988 (y que él mismo se encargaría de sofocar).
La propuesta PRD-CCS ha sido en realidad bien recibida por los pro-privatizadores, pues se ha visto prácticamente como un guiño a Peña y el PRI, y acaso como un cálculo electoral pactado por México. Y en ello han coincidido columnistas de diversas corrientes.
Si la urgencia del hijo del General tecnocratizado y privatizado por el discurso del PRI fuera ingente, estaría en otro plano su accionar, en consecuencia con su oratoria, con la historia y con su herencia. Quizá escucharía el planteamiento de un colega suyo, de Porfirio Muñoz Ledo, sobre la obligación inaplazable de aglutinar un gran movimiento de resistencia en contra de la intención de modificar la Constitución y entregar los recursos de la nación a las trasnacionales. Quizá estaría procurando conciliar posturas con el opositor López Obrador. La causa lo valdría.
Mientras otra cosa no suceda, el PRD Chucho y Cuauhtémoc se ubican en el confortable y burocratizado terreno de la simulación y la protesta social descafeinada, light.
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